Consagrados del Santisímo Salvador
|
|
![]() |
|
|
|
|
Si buscas
hosting web,
dominios web,
correos empresariales o
crear páginas web gratis,
ingresa a
PaginaMX
![]() ![]()
Desde el Monte ![]() ¿Quién Es el Verdadero Sabio? . . . (pues yo no quiero ser tonto). Según el pensar de algunos --¡y cómo se equivocan!-- la sabiduría consiste en dejarse encantar con todos los mismos encantillos que hipnotizan a un mundo hambriento de placer. El mundo (por ejemplo) da mucha importancia a las modas en el vestir: el mundo quiere que la mujer atraiga atención por su modo mundano de vestir; el mundo quiere --incluso exige-- que la mujer, con sus modas, despierte un interés feo en su sexualidad. El mundo da mucha importancia al año y modelo del carro que un hombre maneja (aunque el hombre esté a punto de perder el carro por no poder con la mensualidad). El mundo quiere dar a entender que la casa en la que un hombre vive no es un hogar para criar a hijos, sino un signo de prepotencia social. Al mundo no le interesa que el hombre sea fiel a su esposa: más bien le enseña (incluso le exige) que tenga a otra (u otras). El mundo insiste que el hombre tiene derecho a disfrutar de otra mujer que no es su esposa, porque él es macho; y al hombre le llega a gustar que le llamen macho(aunque en la naturaleza macho significa pareja de mula). Date cuenta, Cristiano, y date cuenta tú también, Cristiana, que tu afán principal en este mundo ha de ser: vivir en la Gracia de Dios. Es decir, vivir en este mundo amando a Dios y obedeciéndole, de una manera tal que cuando Dios te llame a la eternidad (por medio de la muerte que Dios le manda a cada uno, en una fecha que sólo Él sabe)… cuando Dios te llame a la eternidad escuches la voz de Jesús diciéndote con divina ternura: “Bien hecho, siervo bueno y fiel; porque has sido fiel, entra en el gozo de tu Señor(Mt25:23)”. De hecho Dios al crear a cada uno no tuvo por propósito que viviéramos en este mundo apeteciendo gozos pasajeros, sea la ilusión del dinero, sea el disfrute extático sexual; tampoco nos creó (como es obvio) para que sirviéramos como agentes del satanás, conduciendo a otros hombres o mujeres a la perdición eterna del infierno. Nos ha creado, sí, para que Le conozcamos y Le amemos y Le sirvamos en este mundo, de tal manera que Él, por toda la eternidad, nos llene del éxtasis del Amor Divino, en presencia de María Santísima, de San José y de Santa Teresita, de los Ángeles que tanto luchan por nuestro bien, y de nuestros bisabuelos católicos. Sabio es el que lo sabe y lo vive; sabio es el que se da sin reserva al amor de Dios y, por amor a Él y por el deseo del cielo, lucha por vivir con Dios, lucha por morir en Su santo abrazo y pasar a la felicidad sin fin, sin aburrimiento, del cielo con todos los buenos. La vida en este mundo, aunque uno llegue hasta los ochenta, es un ayer que pasó, es un suspiro de poca duración. De veras que la vida es corta. ¿Quién vive feliz en este mundo? El que se entrega en brazos de Dios y se fortalece contra todo mal: ese es el que vive feliz y consolado. Permíteme, hermano mío, que te diga algo: no te entregues a la eterna perdición por un placer pecaminoso que crucifica a Jesucristo; no obedezcas al enemigo, el cual ha sido un mentiroso desde un comienzo y padre de la mentira (Jn8:10). Entrégate al amor de Dios. Y --¿sabes qué?-- vivirás de veras feliz en este mundo, en un anticipo del eterno abrazo de Dios. Jesús y María, mis dulcísimos amores, no permitan que me entregue al pecado y me condene al infierno. Padre Pablo, C.SS.R. Monte San Alfonso, San Isidro. ![]() Mira, hermano mío, las preguntas que surgen: ¿desea Dios que acontezcan estos desastres? ¿Desea Dios esta angustia que sufren tantas personas? ¿Acaso no es nuestro Dios un Dios Omnipotente? ¿Acaso no decimos en la Santa Misa cada domingo Creo en Dios Padre Todopoderoso? Y luego la pregunta más atormentadora: ¿es o no es cierto que Dios nos ama? ¿Es o no es cierto que Dios todo lo puede? Y –la pregunta más atormentadora– si Dios nos ama, y si está dentro de Su poder el evitarle a Acapulco tanta destrucción y tanta tristeza… ¿por qué no intervino para evitarle a Acapulco este actual azote cruel, este desenfreno de la naturaleza, estas pérdidas de vidas? Y surgen, incluso en los corazones más fieles, tentaciones severas de dejar de creer, de dejar de confiar, de dejar de amar a Dios. Varios pensadores Católicos de los más gigantescos que Dios nos ha mandado, varios han hecho la simple pregunta ¿Por qué?... ¿por qué? Incluso, han dado a este problema –es decir, el problema de explicar cómo es que un Dios Todopoderoso y Providente y Cariñoso habrá podido permitir tamaño azote como ahora último le ha caído a Acapulco– han dado a este problema un nombre especial: El Problema del Mal. ¿Cómo puede explicarse la existencia del mal bajo los ojos de un Dios Providente, Omnipotente y Amorosísimo? ¿Cómo puede ser? Las veces que nos pasan cosas dolorosas se nos hace fuerte la tentación de escandalizarnos y dejar de confiar en Dios. Incluso a San Juan Bautista, echado preso en la cárcel de un Rey Herodes borracho y adúltero, se le ocurrió mandar a preguntar a su pariente Jesucristo ¿Eres Tú el que tiene que venir o hemos de buscar a otro? Sí: Juan Bautista estaba atormentado por la pregunta: ¿Cómo puede mi pariente Jesús, sobre quien yo vi descender al Espíritu Santo en forma de una paloma… cómo puede Jesús permitirme podrirme en la cárcel de un reyecillo sinvergüenza? Oye bien lo que Jesús le contestó: Dichoso el que no se escandaliza de Mí. Es decir: dichoso el hombre, dichosa la mujer, dichosa la persona que está dispuesta a sufrir lo que Dios disponga, puesto que Dios se hizo Hombre para salvar a los hombres por medio de una vida de sacrificio y sufrimiento, terminando con la muerte horrorosa en la Cruz. Hermano mío, ojalá Dios te conceda la gracia de escuchar a este padrecito Católico que se conmueve contigo y quiere darte una palabra de consuelo y consejo en tu angustia. Primero que nada,Dios no puede desear nada malo. ÉL es capaz de tolerar que acontezca algo malo, pero no es capaz de desear algo malo. Si fuera Dios capaz de desear algo malo, no sería Dios. Es decir: Dios ni existiría si pudiera desear algo malo. De modo que tú sabes con la certidumbre de la Santa Fe Católica que Dios, incluso en el medio de los más penosos desastres –tormentas, epidemias, muerte, traiciones– lejos de dejar de amar a sus hijos, los ama más que nunca. No nos toca cuestionar a Dios. Nos toca, sí, repetir con los pastorcitos de Fátima, la oración que de la Virgen María aprendieron en el año 1917: ¿Qué es el Aquí y Ahora? La Fe no es un invento de la mente humana buscando algo con qué consolarse: es más bien una luz que alumbra la mente humana para que conozca –con seguridad y sin miedo a equivocarse– la Verdad acerca de Dios. Es por medio de la Fe que conocemos Quién es Dios, cómo es Dios, qué futuro desea Dios para nosotros; la Fe alumbra el camino que nos conduce a Dios: Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6). La razón humana –que es lo mismo que el intelecto humano– es un maravilloso don de Dios, al que Él se refería cuando dijo Hagamos al hombre a Nuestra imagen (Gen 1:27); pero se ha visto que la luz de la razón autónoma –no ilumina el futuro del ser humano: deja el futuro en la oscuridad, deja al hombre lleno de miedo a lo desconocido; y el hombre, sin conocimiento seguro de su futuro eterno, cae en miedo. El hombre que no cree en la luz eterna busca contentarse con lucecitas casi opacas; lucecitas que en vez de abrirle al hombre un camino lleno de luz, lo deja incapacitado en una calle oscura sin salida. Sin la Luz de la Fe el hombre se confunde: ya no es capaz de distinguir el bien del mal, ni de reconocer la senda que lleva a la meta feliz. Y así el hombre escoge un camino que da vueltas y vueltas sin tener nunca una dirección fija ni fin seguro. No es el deseo de Dios que el hombre viva así confundido, ni que el hombre se pregunte en vano para qué existo yo; o que el hombre piense ni sé si existo: quizá todo eso es un sueño. Dios quiere todo lo contrario: que el hombre esté seguro de su propia exis-tencia y seguro de la existencia de Dios; que el hombre no es un accidente cósmico, sino la viva imagen de Dios; tan inmortal que aunque muera no muere; hecho por Dios para vivir para siempre no en tinieblas sino en el éxtasis eterno de contemplar cara a cara al que dijo: YO SOY LA VERDAD. Estimado lector, hermano mío, amado en Cristo: sé que me estás escuchando y me alegro de ello. Una palabrita más: acepta en tu alma la Santa Fe Católica, pues no es otra cosa que la verdad que habló La Verdad. Vive de los Sacramentos de la Iglesia; pues con ellos, desde el Bautismo hasta la Sagrada Unción antes que Dios te llame a Él, cursarán por las venas de tu alma la misma Vida que es Dios, desde tu tiempo aquí en el mundo hasta tu eternidad, donde mirarás a Dios cara a cara; y su Amor, entrándote, te llenará del eterno éxtasis del Amor que Él te tiene, y tú Le amarás, y nada te faltará. Acumulen tesoros en el cielo, donde ningún ladrón entra a robar y ninguna polilla corroe (Mt 6, 19-21). Padre Pablo, C.SS.R. Monte San Alfonso ![]() Pedro la Roca: Signo Vivo que Trae la Unidad ¿Quién no sabe que el Cuerpo y la Sangre de Cristo, alimento espiritual del Pueblo de Dios, es la causa de la unión de Fe y Caridad entre los mil doscientos millones de Católicos en el mundo? Sí, mi hermano, es así: una misma Santa Misa, un mismo Sacrificio Eucarístico, se ofrece en Manila, en Hong-Kong, en Roma, en Chicago, en Chilapa. Esta Unidad, tan deseada por Jesús, Unidad que es expresión entre los Católicos del mundo de la misma Unidad del Padre con su Hijo Jesús. ¡Oh Unidad, o reflejo de la Unidad de Dios! Los que comemos un mismo Pan, ¿acaso no seremos un mismo cuerpo, el Cuerpo Místico de Cristo? En la Última Cena, en Él dio a los Apóstoles Su Cuerpo a comer y Su Sangre a beber, Jesús Se dio perfecta cuenta que Pedro y los demás Apóstoles (excepto Juan) dentro de pocas horas iban a traicionarlo. Y Jesús, contemplando aquella feísima traición (y la conversión del mundo que vendrá después), se dirige a Simón Pedro y le dice: “Simón, Simón, mira que satanás os ha reclamado para zarandearos como se hace con el trigo. Pero Yo he rogado por ti, a fin de que tu Fe no desfallezca. Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos(Lc22:31-32).” ¡Mira, hermano, las dos cosas que se dejan ver aquí!: 1. Jesús ha pasado a Sus Apóstoles la misma Verdad que Él trajo al mundo en su Persona, Cuarenta y tres días después veremos a Jesús, en el momento de su Ascensión de regreso al cielo, mandará a Sus Apóstoles al mundo entero con el encargo de predicar a todos la misma Verdad que Él les había entregado a ellos: Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que Yo les he enseñado(Mt28:12-10). 2. Jesús, sabiendo perfectamente que Pedro es un hombre pecador capaz de negarle, le concede autoridad sobre sus hermanos que son los demás Apóstoles. Es que la Iglesia Católica tiene una Cabeza muy real aunque invisible: Jesucristo, el Salvador, Cabeza de Su Cuerpo que es la Iglesia(1Cor12:27); tiene la Iglesia también una cabeza visible, que es Pedro y Sus Sucesores hasta el fin de mundo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las fuerzas del infierno no la tumbarán(Mt16:18). No vayas a pensar que es un acto de soberbia el decir que los Católicos conocemos la Verdad. Es más bien un acto humilde de agradecimiento a un Dios que jamás quiso dejar a sus hijos a los vanes y venes de un mundo inconstante que siempre cambia de parecer. Es que la Santa Fe Católica no es unaopinión acerca de lo que Dios ha dicho: la Fe es la certidumbre de lo que dijo e hizo Jesús, de todo lo que reveló Dios hasta los días de los Apóstoles. La Verdad ha sido proclamada por Dios y está garantizada por Dios. De hecho, los seres humanos lo confundimos todo: hasta los chismes los enredamos. Así es que la garantía de la Verdad de la Santa Fe no se basa en alguna brillantez humana; se basa más bien en la Palabra que la Verdad dijo a su Esposa en el momento de despedirse de ella para volver al cielo: Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo(Mt28:20); y dentro de pocas horas nos sigue dando a conocer la Verdad por medio de Pedro y los demás Apóstoles, y por medio de sus sucesores, que son (en estos momentos) el Papa Francisco, Obispo de Roma y los demás Obispos de la Santa Iglesia Católica a través del mundo entero. ¡Viva el Papa! ¡Viva nuestro padre Arzobispo! ¡Viva nuestra Santa Iglesia Católica desde el Polo Norte hasta las junglas de África! ¡Viva la Santa Fe! Soy Católico. Padre Pablo, C.SS.R. Monte San Alfonso ![]() Hoy quiero poner mi granito para que todo católico conozca algo dicho por Jesús y recogido por San Lucas. Estaba Jesús en Jerusalén. Pocos días le faltaban para entrar al dolor indecible de su Pasión y Muerte. Tres de sus apóstoles --Pedro, Juan, Santiago-- lo habían visto transfigurado de gloria; ninguno lo había visto desgraciado y afeado. Jesús, dirigiéndose a los Doce, les dijo que el satanás se afanaba a entrar en control de ellos. De momento Jesús dejó de dirigirse a los Doce y se dirigió al sólo Pedro: “Simón, Simón, mira que satanás os ha reclamado para zarandearos como se hace con el trigo. Pero Yo he rogado por ti, a fin de que tu fe no desfallezca. Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos(Lc22:31;32).” Los obispos que yo he conocido en Acapulco --don Rafael, don Felipe, don Carlos --y todos los obispos que en mi vida he conocido en varios países-- tienen como alegría particular y especial el escuchar al Papa, el estar en contacto con él, el valerse en todo momento del supremo magisterio del Papa: ¡Qué alegría pues, nos da el sucesor de San Pedro con su primera carta encíclica, dada en la Fiesta de San Pedro, sobre la Fe, sobre esta Santa Fe Católica nuestra, Fe que echa luz en nuestros corazones en medio de las tinieblas del mundo! No vayas a pensar, hermano, cuando hablo de la Santa Fe Católica, que estoy hablando de algún inventillo del pobre ser humano buscando consuelito. La Fe es el conocimiento de la verdad que viene de Dios, diciéndonos Quién es Él (YO SOY EL QUE ES) dándose a conocer como Padre Eterno que tiene un Hijo Eterno y que de los dos procede, desde toda la eternidad, una Tercera Persona: Dios Espíritu Santo. Sin embargo, tres dioses no: un solo Dios en Tres divina Personas distintas. Los paganos precristianos --los romanos, por ejemplo, --no conocían la verdadera Luz que es Dios: más bien adoraban a sin número de dioses que no existen, dioses que eran puros inventos. Al sol, por ejemplo, lo tenían por un dios, y lo llamaban Sol Invictus, a quien invocaban en su salida. Se equivocaban. Pues los rayos del sol no vencen la muerte, la cual viene y reclama a perritos, peces y personas. Por eso es que ningún pagano, por mucho que creyera en el sol, estuvo dispuesto a morir por su fe en el sol; mientras que, por su Fe en Cristo, que había dicho Yo soy la luz del mundo, murieron miles de hombres y mujeres y niños, a veces crucificados, a veces despedazados por tigres. Pues sabían los felices mártires que con su muerte no pasaban a las tinieblas de la no –existencia, sino que iban a la Luz Eterna del que dijo Yo soy la luz del mundo. Por eso es que la Iglesia canta en la Misa de sepelio: que la Luz Eterna brille sobre ellos, Señor, con tus Santos en la eternidad, pues Tú eres misericordioso. Yo confío, hermano mío, que con gozo y consuelo escucharás lo que dijo Jesús: Yo he venido al mundo como Luz, y así, el que cree en Mí no quedará en tinieblas(Jn12,46). ¡Que brille Dios en tu corazón, hermano mío (2Co4,6)! Piensan muchos ¡y cómo se equivocan! que la Fe era buena para los bisabuelos en sus ranchos, pero que hay que explorar el futuro no con la luz de la Fe sino con alguna nueva luz. Piensan que ¡soy moderno! significa: echo fuera todo lo anterior: busco algo nuevo: no voy a creer nada que venga de pasadas generaciones: voy a creer según me parezca, sea lo que sea. El joven Nietzsche aconsejaba a su hermana Elizabet a echar fuera todo lo antiguo y a idear algo nuevo. Pero yo te digo, hermano mío, que Jesucristo no rebaja la existencia humana, no le quita la aventura a la vida. Te invito a conocer la novedad del que dijo: He aquí que todo lo pongo nuevo. Es en la verdad de la Santa Fe Católica que serás una persona libre con cara a un futuro novedoso de la Verdad contemplada y del Amor vivido. Sin embargo, tres dioses no: un solo Dios en Tres Personas distintas. No vayas a pensar que la Fe es un dulce inventillo para darnos consuelo en este valle de lágrimas; ni mucho menos que la Fe es una psiquiatría del pueblo que no cuesta mil pesos por hora. ¿Quieres saber lo grande, lo divina, que es la Santa Fe? ¿Quieres saber cómo brilla y no se apaga la luz que es la Fe? La Santa Iglesia Católica siempre tiene en su corazón y en su boca la siguiente expresión:la luz de la fe. ¿Qué otra expresión va a usar la Iglesia? Pues ella sabe cómo se expresa el Esposo de ella, Jesucristo, que es Dios Hijo hecho Hombre para salvarnos: Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en Mí no caminará en tinieblas. Jesús, Luz del mundo, derrámate sobre nosotros. Padre Pablo, C.SS.R. Monte San Alfonso ![]() Un día Jesús se dirigió a un pueblo llamado Naím y con Él iban sus discípulos y un pueblo numeroso. Apenas llegando Jesús a la entrada de la ciudad, llevaban a enterrar a un hijo único cuya madre era viuda. Una buena parte de la población seguía el funeral. Al verla el Señor se compadeció de ella y le dijo: No llores. Después se acercó hasta tocar la camilla. Los que la llevaban se detuvieron. Dijo Jesús entonces: Joven, te lo mando: levántate. Y el muerto se sentó y se puso a hablar. Y Jesús se lo devolvió a su madre. El temor de Dios se apoderó de todos, y lo alabaron con estas palabras: “Es un gran profeta el que nos ha llegado; Dios ha visitado a su pueblo”. Y por toda la Judea y por las regiones vecinas, contaban lo que Jesús había hecho(Lc7:11,17). En éste y en todos sus milagros, Jesús siempre tenía el deseo de hacer saber que Él había venido del cielo con el poder de salvar, para que pueblo creyera en Él y se le acercaran para salvarse. A la vez, al hacer milagros, Jesús se le hacía amable a la gente y, de hecho, la gente tenía a Jesús un inmenso amor. Porque para salvarse del pecado y alcanzar el cielo, no basta con sólo creer en Jesús, sino hay que amarle también. Por eso dice San Pablo la siguiente Palabra de Dios: Si tengo tanta Fe como para mover montañas y no tengo amor, de nada me sirve(1Cor:13,3). Con todo, en el milagro de volver a dar vida al joven muerto, Jesús tuvo otro motivo: el de consolar a la viuda, pues a Jesús le conmovió a compasión la vista de la viuda llorosa en el entierro de su único hijo. Y Jesús se lo entregó a la madre(Lc7:15). Es cierto que Jesús consuela al que no puede más con el dolor: haz la prueba y ya verás qué dulce es el Señor. A su Madre la Virgen María se la llama consoladora de los afligidos. Jesús es consolador de los afligidos. Haz la prueba y ya verás qué dulce es el Señor(Salmo 33). Quizás te acordarás de la mamá viuda consumida de odio hacia los que habían matado a su hijo. Me refiero a la viuda que guardaba en una caja de cartón la ropa sudada y ensangrentada que estaba vistiendo su hijo la noche en que lo apuñalaron. Ella olía esa ropa ensangrentada a cada rato para volver a encender el fuego de venganza que ardía en su pecho. Sólo se alivió la pobre desde el momento en que llevó la caja de ropa ensangrentada y se la dejó a Jesús Sacramentado. En este momento Jesús la sanó de su venganza mortal y de su tristeza mortífera. Santo Tomás de Aquino decía con razón que la tristeza es la más dañosa de las pasiones, capaz de traer la muerte con su opresión. Pero Jesús es el Salvador. Nos salva principalmente del pecado mortal, que es el colmo de los males; pero nos salva también de la tristeza. Haz la prueba y ya verás cuán dulce es el Señor(Salmo 33). Oh Sagrado Corazón, refugio de los que confían en Ti: Ten Misericordia de nosotros. Padre Pablo, C.SS.R. Monte San Alfonso Hermano Ezequiel Buenfil, C.SS.S. Monte San Alfonso. Los tres modos en que Jesús nos sana (Parte Primera). En un pobladillo cafetalero de gente bien sencilla que se esfuerza por vivir la Santa Fe Católica, hay un canto que dice así: De lo malo que fui hoy me arrepiento Señor. Sé que fui pecador empedernido. Hazme bueno, Señor: te pertenezco: pues soy tu hijo aunque no lo merezco. A mí que soy un pecador, hazme apóstol Señor. El estribillo de este canto que hoy le comparto, hermano mío, nace de lo que Jesús nos enseñó a poner en nuestras bocas: el Padre Nuestro. Pues muy enseguida de enseñarnos a llamar Padre Nuestro a Su Padre, nos dice Jesús con grande ternura: ¿Qué padre entre ustedes, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una culebra? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si ustedes, pues, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará el Espíritu Santo a los que se lo piden? (Lc 11:11-13). Así, Jesús nos enseña, hermano mío, que Dios es nuestro Padre celestial, que nos quiere dar al Espíritu Santo. Dios es Padre de amor, como San Alfonso le llama desde lo más profundo de su corazón: Dios es Bondad Infinita. Y ¿quién puede negar la grande prueba de Su amor sin límites al entregar a la muerte de Cruz a Su Hijo muy amado, al Santísimo Salvador? Pues cuando nació en el cielo el deseo, en el corazón de Dios el Padre, de que un Redentor llegara al mundo para salvar a la raza humana dañada y condenada, no queriendo Dios la muerte del pecador, sino que este cambie de conducta y viva (Ez 33:11); envió a Su Hijo al mundo: a Su Hijo amado, al Bueno que nunca hizo nada malo, lo entregó a una muerte atormentada en la cruz, para convertir en hijos suyos, a nosotros que incluso por los pecados más asquerosos nos habíamos convertido en enemigos de Él. Oh amor excesivo que para convertir en hijos Tuyos a los que más te ofendimos entregaste a la muerte al Hijo Santo que en nada te ofendió. Por eso canta la Iglesia en Semana Santa, en referencia al pecado de Adán: ¡Oh Feliz culpa que tal Redentor mereció! Oh, que fuerza de Amor Divino que viéndonos tan vencidos por el pecado y tan insalvables hizo que Su Hijo, en calidad de Salvador naciese de una Virgen Inmaculada para salvarnos. Míralo con gusto hermano mío, míralo con alegría: Dios Hijo, Dios Salvador, hecho un único principio de salvación. Él, con Su poder infinito de Dios, Ella, salvada por Él en su Concepción Inmaculada, con sus sollozos de Madre amorosa y afligida, Madre de todos los hombres: Ahí tienes a tu Madre (Jn 19:27). Pues sí, mis hermanos, ya que Jesús nos muestra el rostro amoroso del Padre, ya que sana nuestras heridas y seca nuestro llanto, es de sabios repetir con amor lo que jubilosamente canta la Iglesia en cada Pregón Pascual: En verdad es justo y necesario aclamar con nuestras voces y con todo el afecto del corazón a Dios invisible, el Padre Todopoderoso, y a Su Único Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Y decir junto a Santa Teresita de Jesús, la dulce doncellita del Carmelo de Lisieux: Tanto amor, solo con amor se paga. Y es que, Jesús el Hijo obedientísimo del Padre amoroso, vino enviado por el Padre, a mostrarnos el verdadero rostro de Su Padre: Felipe, dice Jesús, quien me ve a mí, ve al Padre (Jn 14:9); y nos muestra ese Rostro Divino con una vida de palabras y obras de amor, con un lenguaje de Misericordia. Jesús, mis hermanos, deja vez tras vez evidencia clara de su salvación y sanación de toda nuestra persona humana. Ahora te voy a decir, hermano mío, de qué manera nos dio esa sanación. Así lo hizo, así nos sanó, de tres modos:
Sanación del Pecado Mortal: Dice Jesús: Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10). «No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan (Lc 5:31). Pues sabe que el hombre, en cuerpo y alma, muchas veces está hundido en las tinieblas del pecado. Jesús anhela ardientemente que nadie sufra las penas eternas del Infierno. Esta doctrina del infierno, mi hermano, está enseñada por el mismo Jesús y hay evidencia clara en los Evangelios. La parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro es un ejemplo de tantos otros puestos por Jesús y que quedaron escritos en la Sagrada Biblia por acción del Espíritu Santo: Entonces exclamó Epulón: Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan. Y dice enseguida, el Maestro Divino, que ante la negativa de Abraham, Epulón ruega:… entonces, padre, envía a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento (Lc 16, 19-31). Y no ruega que se avise a sus hermanos por amor a ellos y por evitarles las penas del infierno, más bien lo hace por el odio y aborrecimiento a ellos, pues en el infierno hay sufrimiento eterno y hay también odio; sí mis hermanos, es verdad, en el infierno no hay amor, pues Dios, que es Amor (1 Juan 4:8) ha retirado su Gracia a los condenados; y si quitas la Gracia ¿qué queda?, pregunta San Agustín y responde él mismo: el odio. No vayas a pensar hermano que Dios por rencor retira Su Gracia a los condenados, pues es Padre de Bondad Infinita, no es un Padre que se goce haciendo sufrir a sus hijos, no es un malvado. Más bien, la realidad es como San Alfonso dice: Nada más que nuestra propia voluntad, nos puede separar de Dios. Lo peor del infierno es la eterna desesperación de saberse separado de Dios-Amor. El condenado gime diciendo: Ahora sí, sé que Dios es Amor y mis pecados son basura quemada. Me atormento de estar para siempre separado de Dios, odiando por la eternidad al que es Amor. Y desearía cinco minutos aunque sea para pedir perdón a Dios y hacer las paces con el Justísimo Juez… pero ya no tiene tiempo, ya está en la condenación eterna. Los condenados libremente, al no elegir las dulces leyes de amor de Dios y prefiriendo el mal, que amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ellos mismos, justamente reciben lo que ellos buscaron si murieron como enemigos de Dios. Así es, mi hermano, Jesús nos sana del Pecado Mortal para no perecer la condena eterna. En Él podemos encontrar la verdadera sanación de nuestro cuerpo y nuestra alma afectada por la violencia del pecado: Sus heridas nos curaron (1 Pe 2,24). Y sigue sanando a través del ministerio sacerdotal, desde los confesionarios, a una sociedad herida y sufriente. Estimado lector, la semana que viene, en la segunda parte de este artículo, seguiremos meditando acerca de los tres modos en que Jesús nos sana. ![]() Ora y Labora Hay dos cosas esenciales que Jesús encomendó con toda claridad a Sus doce Apóstoles. Son dos deberes que los Apóstoles y sus sucesores tienen que cumplir; pero no sólo los Apóstoles sino la Iglesia entera. Es un doble deber; y el Católico que no cumple estos dos deberes no es en pleno sentido católico: le falta algo esencial. Uno de los deberes Jesús lo enseña en el Evangelio de San Lucas: Es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer(Lc18:1). El otro deber lo relata San Mateo como lo último que dijo Jesús a Sus Apóstoles en este mundo cuando estaba a punto de ascender al cielo de vuelta a Su Padre: Todo Poder se me ha dado en el cielo y en la tierra. Por eso, vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado. Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo(Mt28:18-20). Ahí tienes, estimado lector, los dos grandes deberes de todo Católico: el deber de hacer oración sin cesar, y el deber de dar testimonio de Jesucristo y Su Evangelio. En los años 500 el gran San Benito --el cual es padre de la civilización europea-- nos lo expresó así: Ora et labora. Ora y labora: has de darte a la oración y darte al trabajo apostólico. Ora y labora: has de darte a la oración y darte al trabajo apostólico. No basta con hacer una de las dos cosas; hay que dedicarse a las cosas: a la oración y a las labores apostólicas. Aquí en Acapulco estamos agraciados con la presencia de unas monjitas contemplativas, las Clarisas Capuchinas de claustro, las cuales tienen su convento en Balcones al Mar. Se dan a la oración y al recogimiento en silencio; pero se dan muy realmente, al mismo tiempo, a la realización a obras de amor: el profundo amor en Cristo que estas Hermanitas tienen unas a otras. Nadie tan dado a la oración que ya no tenga deber de darse a obras de amor. Ora y labora. Pero veamos también que el católico que vive en este mundo --sea hombre casado, sea mamá de familia, sea soltero obrero o soltera universitaria, o estudiante de secundaria etcétera-- tiene que dedicarse a la oración; pues si abandona la oración, sus supuestas buenas obras se esfumarán. Es decir:las buenas obras del hombre que no se da a la oración, dejan de ser buenas obras, y se convierten en disipación, en afán de dominar, con el interés de presentarse con toda vanidad, aparentando ser persona apostólica. La verdad es que nadie, sin oración, es verdadero apóstol. Lo dijo Jesús bien claramente: Sin Mí no pueden hacer nada(Jn15:5). En el Evangelio de San Juan se ve que un día fue Jesús a visitar a tres hermanos carnales --Lázaro, Martha, María-- una pequeña familia a la que tenía Jesús mucho afecto. Durante la visita de Jesús, Martha se daba exclusivamente a la tarea de preparar comida, y se molestó porque María su hermanita estaba sentada a los pies de Jesús, mirándole y escuchando con el alma su Palabra. Y Martha dio la queja: Señor, ¿no Te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude. Y el Señor le respondió: Martha, Martha, muchas cosas te preocupan y te afligen, una sola cosa es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará(Lc10:40-42). No te equivoques, querido lector: Jesús no condena la actividad de Martha --al fin y al cabo, alguien tiene que preparar comida. Lo que Jesús condena es la actividad disipada y nerviosa, actividad no acompañada de oración. En la personalidad de cada Católico han de unirse ambas cosas: oración y actividad apostólica. No dejes de orar, no abandones la oración, pues Jesús, entre las dos cosas --oración y trabajo-- claramente enseña que la oración es la mejor. Y María seguramente, ya que se daba fielmente a la oración, llegó a darse también a las mejores actividades apostólicas. Estimado lector: sométete alegre a este doble mandato: ora y labora. Monte San Alfonso Padre Pablo, C.SS.R. ![]() El Abogado que Llegó a Santo (Parte tercera) Ya vengo contándote, estimado lector, que el joven abogado Alfonso, habiéndose graduado a los dieciséis años de edad con doble doctorado (en derecho civil y en derecho canónico), comenzó su vida profesional de abogado; y ya a los veinticuatro años de edad era el abogado más famoso del Sur de Italia, el abogado que no perdía casos, nunca. Luego, a los veintiséis años de edad, consiguió que su renuente papá le diera permiso por estudiar por sacerdote. Quiero decirte qué clase de sacerdote era Alfonso. Permíteme, estimado lector, que te repita una profecía que en el bautismo del bebé Alfonso (de dos días de edad) en el año 1696, el Obispo don Gerónimo Emiliani, pronunció con el bebé Alfonso en los brazos: llegará el día en que la Iglesia Católica a este bebé lo declarará Santo con fecha de Fiesta. Mira qué maravilla: en el año 1839 el Papa Gregorio XVI declaró que Alfonso es un Santo de la Iglesia Católica (Fiesta: agosto 1); es decir, el Papa Gregorio lo canonizó; y en la misma ceremonia canonizó también al Obispo San Gerónimo Emiliani. Mientras tanto, durante todo el resto de la vida de Alfonso, los Padres Redentoristas que él fundó daban muchas Santas Misiones en todo el Sur de Italia (y en Sicilia). Estimado lector, te digo que cuando los Padre Redentoristas llegaban a cualquier pueblo para dar la Santa Misión, todo el pueblo asistía, y los Padres decían: La Misión no puede terminar hasta que los últimos enemistados se hayan perdonado; tampoco puede terminar hasta que todos los que hayan hecho Primera Comunión se hayan confesado. Una vez en cierto pueblo, había una señora que faltaba a la Santa Misión: no fue ni una vez; de modo que un Padre misionero fue a su casa para invitarla personalmente. La señora, bien enfurecida, puso bajo la nariz del sacerdote una caja llena de ropa sudada y bien ensangrentada; y dijo al Padrecito: ¡Huela, huela! Es la ropa que vestía mi hijo la noche en que lo mataron. Voy a vengarme de la muerte de mi hijo: ¡Voy a matar a cada uno de sus asesinos, pues los odio! No me hable usted ni de Misa ni de Comunión ni de Confesión. Yo no vivo para Dios, sólo vivo para matar a los que mataron a mi hijo. Y la señora siguió ausentándose de la Misión, hasta que los Padres, comprometidos a ir a otro pueblo para otra Misión, se decidieron a clausurar. Pero --mira qué maravilla-- la noche en que los Padres estaban terminando la Clausura de la Santa Misión, vino la señora, entrando por la puerta principal del templo, y caminó hacía el comulgatorio cargando con la caja de ropa sudada y ensangrentada. Ahí se hincó y, con los ojos fijos en el gran Crucifijo, sollozó: Señor Jesús, perdóname el haberte herido tanto con mi rencor. Ya no quiero ofenderte: quiero amarte. Tú sabes lo pobre que soy: no tengo dinero, no tengo nada que ofrecerte. Señor Jesús, yo perdono a los asesinos de mi hijo. Perdóname Tú a mí. Y se persignó. Y pidió a un Padre misionero que la confesara. Y de ahí los Padres misioneros, hijos de San Alfonso, salieron cada cual sobre su burro, de noche, camino a la próxima Santa Misión, dándole gracias a Dios que en su Misericordia convirtió a la afligida señora en alma santa y calmada. Cuando nuestro Alfonso ya era bien viejo y sólo le faltaban tres años para morir, un hombre joven de nombre Clemente llegó de peregrino a Roma, procedente de Vienna, Austria: había cruzado a pie los Alpes nevados. Apenas llegó a Roma, Clemente, exhausto, cayó en sueño, ya muy noche, a la entrada de una tienda, resolviéndose que por la mañana se acercaría a la primera Iglesia que tocara campana. Pues pensaba: casi seguro, la primera campana que suene será de unos como frailes, miembros de alguna orden religiosa, pues se supone que los religiosos madrugan para alabar a Dios. A esa Iglesia me acercaré, y les pediré que me acepten como novicio. ¡Qué providencia de Dios!: la primera campana de la mañanita, antes del amanecer, era de los Padres Redentoristas, los fundados por Alfonso! Clemente se acercó, pidió ingreso y fue recibido y vistió el santo hábito. San Alfonso, lejos de Roma, muy al sur, supo por una visión que Dios le dio, supo de la llegada del desconocido Clemente. Y usó la poca voz que le quedaba para profetizar desde la cama: Este hombre Clemente será instrumento de Dios para que los Padres Redentoristas se funden en toda Europa.Profetizado y realizado: en pocas décadas los Padres Redentoristas se hallaban en toda Europa, en México y en casi toda América: en todos los cinco continentes. Pues la Santa Iglesia que Jesús fundó --la Católica-- tiene que predicar como su Fundador, tiene que amar como su Fundador, vivir y sufrir como su Fundador … para la salvación del mundo entero. Concédeme, Jesús mío, que antes que la muerte me alcance, haga algo por Ti. -San Alfonso, C.SS.R. Padre Pablo, C.SS.R. Monte San AlfonsoPadre Pablo, C.SS.R., Monte San Alfonso. El Abogado que Llegó a Santo (Parte segunda) Hemos visto a Alfonso, abogado católico, hincado de rodillas ante una imagen de la Virgen María, entregándole su espada de caballero y diciéndole Eres mi Reina y soy tu siervo. Alfonso, dentro de una hora, estaba delante de su papá, don Guisepe Ligorio, diciéndole: “Papá, yo quiero ser sacerdote.” Con esta noticia, papá Guisepe no se alegró para nada, y dijo: “Que algún hermanito tuyo sea sacerdote, pues tú eres el abogado de la familia, y me hace falta tu abogacía para defender mis empresas marítimas. En esto no me vas a ganar.” Alfonso le decía: Papá, en ningún momento he deseado ganarle a usted en nada: lo único que quiero es hacer la Voluntad de Dios; y la Voluntad de Dios es que yo sea sacerdote. La lucha en el hogar se arreció durante varios meses, diciendo el papá: “¡Has de seguir siendo mi abogado!”, y Alfonso contestando, con humildad y persistencia: “Yo voy a ser sacerdote, porque eso es lo que Dios quiere de mí.” Hasta el día en que dijo el papá: Hijo mío, eres más cabeciduro que yo: vete y estudia por sacerdote. Así que nuestro querido Alfonso comenzó a estudiar por sacerdote; y como tenía doble doctorado (en derecho canónico y derecho civil), y era tan bien leído, el Obispo de Nápoles le ordenó sacerdote dos años después, teniendo Alfonso la edad de veintiocho. Era tan respetado por el Señor Cardenal Arzobispo que fue escogido, recién ordenado, a predicar los ejercicios espirituales a los miles de sacerdotes de la Diócesis de Nápoles. El joven sacerdote Alfonso, que hacía tanta oración y tanta penitencia, trabajaba tan duro que ya para el año 1731, a sus treinta y cinco años de edad, tenía la salud quebrantada. Su doctor le dijo:“Padre Alfonso, tú tienes tan mala salud que si sigues así vas a morir joven. Necesitas un profundo descanso. Mira: yo tengo una casita de veraneo en las colinas detrás del pueblo costeño de Scala, a unas pocas horas de Nápoles en barco. Y, dándole las llaves de la casita, dijo: Anda para allá con dos maletitas chiquitas: una de mudas de ropa, otra de cosas de Santa Misa. Te doy permiso para que celebres diario; pero no trabajes: te vas a matar.” Alfonso fue por barco de Nápoles a Scala y, bajando del barco, preguntó a los poblanos que dónde quedaba la |
Tu Sitio Web Gratis © 2025 Consagrados del Santisímo Salvador16559 |